Me había esfumado toda esa tarde, deseaba unirme con el viento y girar sin sentido, caminar por la inmensidad. Quería ser un trocito de cielo, tal vez una nube. Siempre quise saltar tan alto y tomarme de las orejas del sol y esperar a que anocheciera para poder ver si duerme o sale a caminar. Desde pequeño había querido desprenderme de mi propia sombra y ser un solitario, experimentar mundos de colores, escalar montañas altas y saltar al vacío, volando… volando por sobre el mar, para sentir la brisa de mar y ser una hoja al viento. Siempre quise perderme en la infinidad, por eso esa tarde esquive las razones y guardé en mi mochila, los sueños y mi viejo abrigo morado. Había anhelado siempre desprenderme del suelo, siempre quise ser alguna estrella o el viento sin razón, pero amaba tanto a la gente que mis raíces se quedaban siempre aquí. Siempre había sido un árbol que quiso volar.
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